Geopolítica del Atláctico
EL ATLANTICO, geopolítica de un océano
WULF SIEWEST, editorial labor, 1942, España
Hurgando entre libros vejestorios; que me fascinan, ya que tengo el gusto de leer libros viejos, subrayados y con comentarios al margen de página. Encontré este libro, que me atrevo comentar.
Un libro escrito por un autor con pocas referencias. Pero, al parecer, tenía filiación nacionalsocialista, ya que, al principio, cita a Karl Haushofer, cerebro geopolítico del proceso Nazi, además, escrito en una época de entreguerras; y, editado en España, tiempo en el que el franquismo era dueño del poder.
El autor, por ser alemán, escribe desde esa perspectiva. Entiende el perfil de su nación: un país europeo, afincado hacia el mar nórdico, sin acceso soberano al mediterráneo, rodeado por el este por Rusia, por el sur Francia. Que para ingresar al atlántico tiene que solicitar la venia de Inglaterra, dueña y señora del Canal de a Mancha. Alemania una nación, la más pujante que el resto, se estaba abriendo paso y con ella restaba importancia a los imperios de ese entonces, por ejemplo, Inglaterra.
El autor, en el capítulo “geografía del atlántico”, plantea que la “libertad de los mares no existe para todos; el mar es libre necesariamente para el que lo domina fomenta la ambición del poder exclusivo y absoluto” (pág. 8). Dice que el océano atlántico cumple el papel “tan trascendental” (9); así como el océano pacífico. Razón, por el cual, Inglaterra por largo tiempo se hizo del dominio de los mares y de los puntos estratégicos de los mismos.
Subraya el autor que los océanos “brinda, a las naciones” la riqueza económica abundante, y por otro que, por ella, es decir, por las rutas comerciales, se transporta inmensas riquezas, las cuales sustentan su nivel de vida.
En el capitulo “el descubrimiento del atlántico”, nos plantea que son los normandas(vikingos)fueron los primeros (1003 y 1006) que incursionan en el atlántico; que probablemente “que fueron los normandos los primeros europeos que descubrieron América y pisaron sus tierras” (39). Además, sostiene el autor, “para Europa la conquista de un mundo nuevo, el ensanchamiento de los horizontes geográficos y políticos, el desplazamiento de las rutas marítimas y de la economía y, con ellos, del centro de gravedad político del mundo europeo” (43)
En el capítulo “ la época hispanoportuguesa”, sostiene que “ en América los españoles apenas si encontraron trafico marítimo, pues los indios solo practicaban una primitiva navegación costera, así es que los conquistadores no tuvieron que enfrentarse con ningún adversario en el mar”(55)en esta línea de ideas ” toda política colonial eficiente supone el dominio indiscutido de las rutas marítimas de las colonias”(58) pero como “el español no era comerciante ni economista; era, ante todo, soldado y sacerdote. Por todos estos motivos fue imposible la existencia de una política atlántica propiamente dicha en España; pero la potencia marítima sin comercio marítimo es inconcebible y así, el español, demasiado orgulloso para rebajarse a la condición de mercader, no pudo llegar a ser una potencia atlántica” (59). En fin, por “no haber comprendido las leyes del atlántico, donde no decidía la fuerza de los ejércitos, sino única y exclusivamente la potencia naval. “El castellano alejado del mar, quien, al no poder concebir y realizar una política propia de una potencia naval hubo de sucumbir, expiando así su falta” (66). Sin embargo, el resto de “Europa hasta entonces, se amplia y convierte en oceánica, pasando a primer plano de lucha por el dominio de las rutas y el comercio marítimo” (67).
En el capítulo “la época holandesa”, el autor plantea que, si los holandeses y ingleses si no querían quedarse estar arrinconados al atlántico septentrional, “debían forzosamente arremeter contra el monopolio colonial y comercial hispanoportugués” (68). Ya “que el derecho de posesión puede fundamentarse únicamente en la ocupación real y efectiva” (69). Por esta razón esgrimieron argumentos que “partiendo de la idea de que el mar esta abierto a todos los pueblos como vía de tráfico, declaróse partidario de la libertad de comercio y navegación” (69)
“La lucha que por su independencia libraban los países bajos contra España obedecía no solo a causas religiosa, sino también nacionales y económicas. Para poder dedicarse a sus objetivos naturales: la navegación, el comercio marítimo y la política colonial, debían empezar por deshacerse de la maraña de la política continental europea” (70).” Entonces fue cuando, en vista de la falta de garantías, surgieron las grandes compañías anónimas, las cuales organizaban convoyes de buques armados y los expedían a ultramar” (72).
“En el comercio impera como principio la tendencia hacia la expansión y el monopolio; por eso las potencias marítimas se han esforzado en todos los tiempos por lograr y mantener la hegemonía” (74). En conclusión, “para poder proteger con éxito su comercio habían de batallar denodadamente y conquistar el pleno dominio del mar” (74). Así,” Inglaterra se hizo reconocer el derecho de prioridad en el saludo de banderas y el de visita de todos los barcos extranjeros en aguas de los llamados four seas” (76).
En el capítulo “la época anglofrancesa”, dice el autor, en la pugna que duro siglo y medio hubo de decidirse si el atlántico seria un mar latino o germánico, si América del norte había de ser francesa o inglesa”78). “Para Inglaterra el mar aparecía con la máxima claridad como la orientación a seguir en el futuro” (80). “Por consiguiente, el camino del atlántico había de ser asegurado por medio de la hegemonía marítima, es decir, el dominio de las rutas propias y la interrupción del trafico enemigo durante la contienda. En el atlántico impera la ley de la hegemonía total y completa”.
Bajo el principio fundamental “el que domina el mar domina el comercio; el que domina el comercio mundial domina las riquezas del mundo y, en consecuencia, el mundo entero” (83), Inglaterra comprendió que eso se lograría con una guerra naval.
Y para emprender con dicho objetivo “trabajo febrilmente en astilleros y arsenales, se implantó el servicio militar obligatorio de los marinos”. Entendió, que “el buque constituía un valioso elemento de lucha y de tráfico para el ejercicio de sus actividades mercantiles” (55). Así como, los otros instrumentos tecnológicos y armas complementarios al quehacer marítimo.
Por otro lado “el gobierno francés mostro muy pronto su falta de comprensión de la naturaleza de la guerra naval” (85). Así Inglaterra se hizo de puntos estratégicos del atlántico, como Gibraltar. Desde ese “momento el oro de Sudamérica afluyo a Londres; él puso los cimientos de la importancia económica de la capital británica” (88). El dominio de los océanos “para Inglaterra se había convertido en la columna vertebral de su todo su poderío” (95). “La estrategia de la guerra naval, de grandes vuelos y amplia visión, que supieron desarrollar estos, decidió de modo definitivo los destinos del atlántico, con ellos, los de América, al imponerse a la pobre concepción francesa que no supo ver en el mar otra cosa que un teatro secundario de la guerra” (97).
En el capitulo “la época angloamericana”, desarrolla la idea “la diferencia principal entre la guerra marítima y la terrestre consiste en que aquella no reconoce la propiedad privada, sino que la considera como objetivo de la guerra” (109), por lo cual, la confrontación es a muerte y total, no hay lugar a otras alternativas, porque es cuestión de vida, “la lucha por la supremacía marítima debe tener forzosamente carácter ofensivo” (130).
En el capitulo “el atlántico como puente de tráfico”, el autor concluye, “cuando un pueblo no recorre el mar o cuando, por motivos políticos, se dificulta su navegación, el mar es para el un elemento de aislamiento. Pero para aquel que lo domina encierra todas las ventajas de un medio de aproximación y se convierte en puente de tráfico” (139). Por ello, “la importancia trascendental del atlántico como ruta marítima se deduce de su posición entre los dos continentes de población mas densa y de mayor desarrollo económico” (148). Por tanto, “el que disponga de los mejores y mas rápidos medios de comunicación obtendrá decisivas ventajas económicas y políticas y esto es de enorme importancia desde el punto de vista de las relaciones de Europa y los Estados Unidos con el continente sudamericano” (167). “la creciente dependencia de Europa de los productos trasatlánticos transportados dio a este océano el valor de llave de su despensa” (187).
“Pero la lucha de las potencias marítimas por el atlántico no acabará: tan grande es la fuerza de conexión y agitación de este inmenso y dinámico océano” (188).